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Tú no estás solo en el mundo
porque algún día encontrarás
un corazón a la altura de tu inocencia.
Oswaldo Reynoso.
En la laguna, los peces rompen la superficie. Oran a la luna que baja. El fondo se traga las dudas. Nadie enciende el fuego, salvo quien prefiere las sombras.
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Escribo con la urgencia de estrellas que caen en los ojos de los niños. Giran en la tarde como hilos de luz. Los muchachos guardan un océano para especies en extinción. Llevan peces de colores para lanzarlos a las niñas, que vuelan como dientes de león por la ciudad. Amanecieron nube, cuando dios se escondía en una estación de tren. La lluvia temprana cubrió los circuitos de los hombres. Ellos fabricaban barquitos de papel para que los niños escaparan.
Vamos, hermano. Que el universo siga siendo fuente y esas botas, tu patria. Hoy terminé de leer las pinturas rupestres de tu viaje.
Las nuevas constelaciones no estarán en el cielo. Estarán en la tierra, donde cada cuerpo enfrenta la desesperanza. Amar el silencio de la calavera es esencial. Cada vértebra será un punto que dibuja una figura visible desde el espacio.
Hoy, quizás en Arequipa, en la niebla de Londres o en las azoteas de Shanghái, comienza su pulso. Escribe los nombres según los huesos. No olvides la pólvora en nuestras bocas. El estallido precederá la lectura. El camino que seguimos desafía al tiempo.
Mi hermano, un huracán que se fue lejos. Aun en las mañanas, escucho el canto de las aves en el ramaje de su ausencia. Brillaba como un sol entre las miserias. Tomé su luz para aprender su lenguaje. Yo no era la montaña ni el río que esperaban. Comencé a trazar un atlas estelar con los nombres de los desaparecidos, de los que fui, para intuir lo que se llevaron, lo que nunca sabré.
"Dile que lo que marchitó mientras soñábamos era el niño con un universo en el corazón. Ese pan no saciará el hambre de los desaparecidos. El canasto de la multiplicación no hará milagros por nosotros."
No olvides tu nombre, pequeña criatura. Eres la estrella que arde sin parar, la ola que arrasará todo, la mañana que se reflejará en nuestros ojos.
La primera constelación se llamó "El Sol Invisible."
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