martes, 10 de septiembre de 2024
Gun Shop-East Geat, 1983
Caían sin vida, ligeros, hermosos. Quien miraba, de pie, era el espanto.
Los momentos memorables, para bien o para mal, siempre traen una canción. Pero ahora, solo hay ruido. La casa debería estar en llamas, los niños a salvo. Los garabatos en las paredes, perdidos. El regreso a la infancia es cada vez más lejano. La estática en el televisor me recuerda que los sueños ajenos derriban otra antena en la noche. Enciendo un cigarrillo, buscando que arda como el sol. El humo trama una canción. Bailaremos hasta desmayarnos.
El exilio. Las torres de tensión. El verano sin fin. Ensayabas, buscabas flexibilidad. La luz se fue por horas, y solo el ruido de ollas sustituyó a los insectos nocturnos. Bolas de fuego bajaban y subían por la calle, la estática llenaba el aire.
¿Lo entiendes? Los puentes al borde del colapso siempre me gustaron.
Monos enloquecidos gritaban desde las alturas.
Monos cazaban en las sombras.
Amarás cada fragmento de piel.
Nada en la tierra nos recuerda. Quizá solo el eco en la oscuridad guarda el miedo. Nuestro pasado, una serpiente que volaba. Una mitología de aullidos nos enseñó a matar.
Monos enloquecidos entre los recuerdos, ahora mitos. Buscan el rostro que los sigue en el silencio antes del error.
Desaparecemos para encontrarnos.
Nos tenemos, pero nunca es suficiente.
Hoy amaneció por capricho. Así cae la nieve, mientras cierras los ojos.
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