A lo mejor eres tú mismo el tren que pita y se hunde bajo tierra, rumbo al infierno,
O eres la estrella de chatarra que te arrastra frente a otro
muro lleno de espejos y gestos.
Endiablados gestos sin dueño, y tú tras ellos, solo, feliz,
propietario de una boca escarlata que muge.
Blanca Varela
Después, ansiaba inhalar el polvo del Sahara que viajaba hasta el Amazonas, cargado de minerales, de historias que nadie cuenta. Veía cómo millones de metros de tierra, secos y agotados, se cubrían de una nueva capa fértil, mientras el mundo detenía sus motores, como si la respiración colectiva se calmara antes de una tormenta. Sabía que no era la única a la que no le importaba el resto. Sabía que algo, en algún punto, iba a frenar este movimiento. Y entonces, sin previo aviso, saldríamos disparados, nuestros cuerpos cruzando el vacío, fragmentados en mil direcciones, desvaneciéndonos entre los brazos de la Vía Láctea.
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