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El Heike es el relato de la caducidad de las glorias humanas. Lúgubre premonición, abre la crónica el tañido de la campana del monasterio de Gion. Lamento por un destino inexorable que fluye arrastrando esplendor y vileza. Hado fugaz que culmina en el Libro Sexto con el suicidio del emperador niño en los brazos de su abuela. A lo largo de los episodios resuena la campana evocando la extinción de una estirpe que rememora la última heredera del clan disperso como la arena del desierto.
[...]
Quise luchar con él porque había vuelto el insomnio y me apetecía destruir algo hermoso.
Quería destruir todas las cosas hermosas que nunca tendría.
Incendiar las selvas tropicales del Amazonas.
Provocar emisiones de cloro-fluorocarbonos que destruyan el ozono.
Abrir las válvulas de los contenedores de los superpetroleros
y verter directamente al océano el crudo de los pozos petrolíferos.
Quería matar todos los peces que no podía permitirme comer,
y empantanar las playas francesas que nunca llegaría a ver.
Deseaba que el mundo entero tocara fondo.
Chuck Palahniuk
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