Triste primate fascinado por el oro
[…]
La venganza es una virtud democrática.
Gonzalo Arango
[121]
Oh sí, estamos lejos mirando cerca desde siempre.
[267]
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Baja a la tierra, serpiente dios.
Un picaflor dorado juega en el aire.
[287]
Presientes, añoras, deseas. Un canto submarino, un coral resplandeciente. Todo parece dormir, inalterable a las corrientes. Espero la primera ráfaga invisible que mueva los cuerpos a la vida que es ajena, el viento ligero que sopla en los resquicios, que silba, que simula un lenguaje.
[313]
Ya estábamos en el aire. En las cavernas, resonancias diminutas se atrapaban, vestigios de júbilos anteriores a esta fiebre. Ángeles descendían a menudo: altos, ajenos, con alas que no pertenecían al aire. Un mapa del principio se dibujaba entre hojas saturadas de triunfos dorados, naufragios íntimos de un orden roto. Civilizaciones apagadas en el clímax de la fuerza atómica.
Imagino tu sonrisa: un relámpago suspendido bajo la inversión de los polos.
Desde entonces comenzó la verdadera lucha. Metal y fuego moviéndose desde los cuatro puntos cardinales, como bestias recién nacidas.
"Esta voz se arquea por su peso y caen sus frutos hacia los cielos".
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