Hablo del desfile inmemorial de la prostitución por calles largas como el deseo y como el aburrimiento, del ir y venir de los autos, espejo de nuestros afanes, quehaceres y pasiones
Octavio Paz.
Claro, si apenas balbuceaba imágenes, recién nacido a la nueva vida, estancada. Querías que empuñara todas las armas, que hundiera los pies en la puerta cerrada, que aprendiera el horror. Afuera todo era real, demasiado real, tanto que mi mano temblorosa no dudaría al aferrarse al pilar de nuestra casa, que se dobla, que cruje, que sangra polvo.
También tengo algo para ti. Un obsequio, hermoso y voraz, que espera su hora. Lo abrirás cuando el aire pese, cuando el mundo te borre el nombre, cuando tus piernas se partan en el patio donde crecen los deseos, altos, feroces, con bocas abiertas en cada hoja.
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