Fotos de los árboles de Ibirapuera, son la primera señal, cuesta abajo, ya alejados de la avenida Paulista, no era posible hace un tiempo fabular esta visión para mi, aún no lo es, a pesar de la tiempo que me separa.
Desde esta altura se puede ver el mar, la estación Cam Zam emerge del subsuelo, irreal, en la montañas, llevamos dos años sin reencontrarnos por ningún motivo bajo todas las razones, el día desemboca en las calles de la Barceloneta, el vino llegará para borrar toda imagen de extravio, ahora y antes, como la mano que se recoge para lanzar un pelota con una advertencia escrita, no vuelvas jamás.
Desciendes y llamas a la puerta, vuelves a tus pensamientos, un Ford del 60 atraviesa el malecón de la Habana vieja, te pierdes entre ellos, más ajeno que nunca, el corazón de la ciudad está en ruinas, pero florece, la luz se hace densa, puedes sentirla reposar en tus hombros. Regreso sobre mis pasos evitándome, siendo severo, rudo, mirándome de lejos, quienes ha subido a preguntar y preguntarse por mi.
El corazón de la ciudad de nuevo golpea los cielos, sin encontrar respuesta.
Pitea el día, apresurado, una locomotora ciega pienso. Intento dar con la palabra, con el día exacto, pero desarticulo todos los hechos, los hilos que nos unían, se destapa la tarde y arde sin tregua, los pastos y toda lejanía dorada.
Vamos pequeño, nunca pensaste llegar tan lejos, descansa, hazlo por nosotros, haz tenido suficiente.
lunes, 27 de junio de 2022
El corazón de la ciudad
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