viernes, 23 de mayo de 2025

La suavidad del estallido



Los idiotas corren donde los ángeles tienen miedo de entrar.



¿Ángeles?
Querida lo que te impide volar son esas horrendas alas.
¿Acaso no lo ves?


*


Giraba ayer como un dios diminuto, un ojo insomne desgarrado por la muchedumbre. Toqué el rostro fugitivo de la fortuna, su aliento me atravesó. Mira: cada parpadeo con que te alzo nos funde. Hablo con las partículas que te escoltan. Amo lo imposible: ahí soy un dios febril, mis ojos, satélites enamorados, caen sin tregua sobre la carne del mundo.

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Sí, las flores de cerezo en las escuelas públicas de Japón descienden, no tengo una imagen que pueda dar claridad a este intento lejano, todo lo real y sagrado se erige en la niebla. Cuando veo por la ventana de mi habitación sin poder distinguir ningún cielo, ato fuertemente mi mandíbula a mi cabeza, las palabras son espuma constante mientras pienso en el mar. Intento dar una proposición bajo la que se rigen los astros y empiezo a girar sin control. No habitamos ni el día ni la noche. La respiración aviva este fuego en los pulmones sobre el que caminamos lentamente.
Huelo las flores del cerezo abducido por un antiguo sueño.
El ave es bella a pesar de la inmovilidad que la eterniza en un papel.

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