sábado, 1 de noviembre de 2025
Sabes que vamos por ti
Se ha preparado una gran matanza, oh mis hermosos corderos confundidos, temblando sobre la noche, increíbles distorsiones de alcohol los unen al espanto, atrapados no pudieron huir por las puertas abiertas al cielo. Y condenado al humo codicio los ojos de aquellos que aman con la ternura del cuchillo. ¿Ayer acercaste el sol demasiado a tus ojos? Cuando de repente la noche te golpeo sin freno. Yo los quería libres, limpios de toda sombra, pero ahora son objetos perdidos y parte de las cosas que jamás vuelven, toman en nosotros su propio rumbo. Oh mis hermosos corderos atrapados, delirando esperanza, dejare las puertas del cielo abiertas, una vez más, como cada noche.
Oh mis hermanos disueltos en la niebla aun escucho sus gritos, pero otra vez llegara la oportunidad en donde puedan correr.
Trailer: The silence of the lambs
Retablo colonial
[El militante de los jardines rojos]
Si cierro mis ojos quizás despierte en tus sueños.
Tideland
Él dijo que tenía magistrales destrezas con las manos & yo no quiero hablar ni articular los días.
He despertado temprano hoy, a la fuerza.
Disculpa. Todo esto comenzó sin tu permiso, cuando el mundo giraba vertiginoso allá afuera, desnudo y hermoso en medio de las plazas coloniales.
Pero los policías vinieron con sus excusas, vinieron aunque no pudieran tocarme.
Nueva York —te dije—, pronunciando el nombre de un asesino serial.
Nueva York repleta de ángeles en speed.
Entré muy pequeño a la fábrica donde se hacían los pianos.
Recuerdo la rama podrida y la nota suspendida en el aire.
Era pequeño, realmente pequeño, cuando por primera vez logré un sonido perfecto.
Luego la infancia terminó, y la perfección con ella.
Todo sueño es un anzuelo:
“San Adriel desenvainando la espada” sobre el muro de la catedral.
¿Sabes? la historia ha sabido conservar la historia de todos nuestros fracasos.
—Satura el lienzo, hazlo. Otórgale flexibilidad, y al mismo tiempo fijarás el pigmento—.
¿Sabes cuál es tu pigmento favorito, Adriel?
Cada seis meses los ojos de Dios, Adriel, vuelan a París.
Se pierden entre los burdeles, en pleno invierno, cuando las calles están cubiertas de nieve.
Si mañana una mujer severa oprimiera tu ombligo,
si cortara por unos instantes tu respiración,
podrías ser uno de los ojos que escruta la vida.
Pura pornografía, Adriel.
Sé que estás harto de esa imagen de santo desenvainando eternamente tu espada.
He despertado temprano hoy, a la fuerza.
Disculpa. Todo esto comenzó sin tu permiso, cuando el mundo giraba vertiginoso allá afuera, desnudo y hermoso en medio de las plazas coloniales.
Pero los policías vinieron con sus excusas, vinieron aunque no pudieran tocarme.
Nueva York —te dije—, pronunciando el nombre de un asesino serial.
Nueva York repleta de ángeles en speed.
Entré muy pequeño a la fábrica donde se hacían los pianos.
Recuerdo la rama podrida y la nota suspendida en el aire.
Era pequeño, realmente pequeño, cuando por primera vez logré un sonido perfecto.
Luego la infancia terminó, y la perfección con ella.
Todo sueño es un anzuelo:
“San Adriel desenvainando la espada” sobre el muro de la catedral.
¿Sabes? la historia ha sabido conservar la historia de todos nuestros fracasos.
—Satura el lienzo, hazlo. Otórgale flexibilidad, y al mismo tiempo fijarás el pigmento—.
¿Sabes cuál es tu pigmento favorito, Adriel?
Cada seis meses los ojos de Dios, Adriel, vuelan a París.
Se pierden entre los burdeles, en pleno invierno, cuando las calles están cubiertas de nieve.
Si mañana una mujer severa oprimiera tu ombligo,
si cortara por unos instantes tu respiración,
podrías ser uno de los ojos que escruta la vida.
Pura pornografía, Adriel.
Sé que estás harto de esa imagen de santo desenvainando eternamente tu espada.
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