[...]
Era irreemplazable el alto voltaje del peregrino en su ascenso, en la búsqueda desaforada de la raíz equivocada. Luego solo fue la fábula viva en las conversaciones nocturnas, el sueño recurrente en los niños que abrazan el olor familiar cuando son atravesados por la imagen turbia del mundo. Ahora la niebla evoca un balbuceo húmedo, quizás cercano al nombre que te emparentó con alguna entidad humana, pero el viento ha alejado todo cuerpo, toda noción maravillosa de un instante.
El primer delirio de Zé
No hay comentarios:
Publicar un comentario