[...]
Se abre un camino bajo la custodia del amanecer, sobre mi casa se abre un camino sin ser primavera, desconozco el nombre del milagro que se filtra por las paredes, también la velocidad de sus corazones al momento de cerrar el camino.
Me permito caminar sobre las hojas que duermen sobre la mudez de la luz que descansa sobre la punta de los árboles, mientras el mundo canta:
"Miren todos sus piernas endurecidas por el dios de las alucinaciones, mírenlo desde la cima de su ruina"
*
Así enloquecimos, con el canto de los pájaros, del aire arremolinándose bajo la copa de nuestra desesperación, ¿Esta es la ventura de los hombres en sus peregrinaciones absurdas al centro de sus corazones?
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Entonces encendimos en la memoria volátil del cáñamo, brillamos desde el exilio amado, sin entender el orden natural de los días.
Mantuvimos el fuego preciso, sobre la tierra donde los ángeles a escondidas van a morir.
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Pequeños suicidas, la extensión de nuestra voluntad, ha dejado la noche palpitando su único órgano vital e indescifrable, sobre la mecánica de las sombras en la cuadratura perfecta del cielo.
[El primer delirio de Zé]
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