Yo acababa de romper con Z y me dolía el pecho. pero Y se agarraba directamente el corazón porque lo tenía destrozado. era antropóloga, amaba la poesía, a veces iba a la oficina de F en el periódico y hablaba de la inutilidad existencial con cierta potencia que quedaba pulverizada cuando pronunciaba la palabra “H”, probable zona cero de sus tormentos. entonces, con las posibilidades de mi carpa igualmente pulverizadas, decidí portarme como un recluso envilecido, como un gusano reptante sobre la carroña cósmica del universo: le hablé de las magníficas propiedades de la autoanulación, de las ventajas de la cuerda, la bala, el veneno, el abismo y el mar. y me emborraché furiosamente.
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