domingo, 26 de mayo de 2019

Un mundo sin nombre, 1532.

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Los pescadores de Yu, suelen encontrar al salir el sol, uno que otro cuerpo varado en las orillas, hablan sobre los cuencos de sus cuencos vacíos de sus ojos, otros quedan atrapados en las redes que cuelgan de sus pequeñas embarcaciones. Ellos fueron atrapados por una turbulencia de colores, al inicio de la nueva luna. Hay gente que lo ha dado todo por ellos pero se aferran a una posibilidad imposible, el vértigo, cuando una planta crece en sus vientres, procuran para su salud toda clase de detergentes, incluso ácidos que los tiene retorciéndose en la tierra como si fueran una raíz que busca entrar hasta el centro del planeta mismo. Los Pescador de Yu dejan los cadáveres en las montañas y esperan que bajen los cangrejos a despellejar sus miedos aún intactos en sus nervios.
Yu festeja este festín con los labios rojos y tazones de arroz de la mejor temporada, mientras los cangrejos acaban con los nudos de un mundo sin razones, con las arcos tensados de sus deseos.

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