domingo, 4 de mayo de 2025

LA SALVACIÓN DE LOS ESTÚPIDOS


PRIMERA VISIÓN


"Carta de amor de la Bestia a la Bella: Me pasaba el día pensando en ti. Te miraba con la intención de devorarte, pero fue al revés; tú me absorbiste a mí primero. Me pregunto qué aspecto tendría a tus ojos estando al borde de la destrucción. Lo que me diste entonces, cuando estuve a punto de desplomarme, fue el precioso tesoro que me dejaste, que parecían ser la vida eterna. El pecado más grave es robarle el nombre a otro. Es hora de devolverte tu nombre, el nombre que te pertenece. Ya sólo queda tristeza, tristeza, tristeza, tristeza, tristeza"

OBERTURA:  

Escucho "I am drunken by wine, / quite as a child / So close to thee" y recuerdo llevar una bomba en el pecho. Cierro los ojos para retener todo lo posible. Un baile en llamas, todos perdidos en un bosque, tocando la realidad cada vez que los párpados sorbían un poco de luz. Las visiones se sucedían una tras otra, recuerdo las calles de Rostov bajo la influencia del LSD, los edificios creciendo bajo la fotosíntesis de la locura, dos soles brillaban en la noche, estaba perdido pero las palabras carecían de significado. La respiración trepaba las ventanas de todos los cuerpos. Tuve un sueño atrapado en mil sueños más, inagotable. Seguimos ardiendo por la ciudad, por los caminos clausurados, seguimos oyendo mientras el universo es una gota de agua en mi mente. Pienso esto debe ser un concepto de belleza que aún no he podido estructurar, nada se detiene, vuelvo a permitir que se filtre la luz, a permitirme creer que los cuásares son los objetos más lejanos pero los más brillantes. 
El vacío ha tomado mi forma.









Chapter 0.4: Los nuevos sueños

EL FIN DE LA EDAD DE ORO


EL FIN DE LA EDAD DE ORO



No te muevas
deja que los vientos hablen
eso es el paraíso


Deja que los dioses perdonen
lo que he hecho
Deja que aquellos a quienes amo intenten perdonar
lo que he hecho.


Ezra Pound




*

¿No crees que fuimos el símbolo perfecto de esta locura?
Parece que hemos llegado al final.



**

Dame un nombre.
Este tropiezo es el verdadero.
Este artefacto inútil, de arte.
Ahora pienso en lo imposible.
En lo que el tiempo no pudo arrebatarle a las ruinas.



***

Digo que sí.
Me atrevo a decirlo. Definitivamente.
La primera palabra luminosa,
me transforma en astro.
Encuentro lugares inéditos.
Me pierdo en ellos.
Me pierdo sin temores.
Una sola vez
le dije a una mujer bellísima
que me gustaba más
que todos los fuegos artificiales
que estallan, sin cesar,
en la profundidad de mi cerebro
que la iluminan esta noche
que no volverá.

jueves, 24 de abril de 2025

Malditos los que duermen


El hierro tiene voz.
Ahí estaba él.
Hermano.
Respirando dentro del átomo.




Sí. Un pez dorado se asfixia en el estanque de tu alma.

No hay corriente. No hay fuga. Todo permanece detenido.
Esto no es deseo: es pornografía.
El morbo, echado del jardín, se arrastra por los pasillos del recuerdo.

Recordé todo al ver el recorte amarillento.
Anunciaba la muerte del primer presidente latinoamericano
sacrificado sin causa. Sin juicio. Solo con la voluntad intacta
de quienes aún creen en el fuego.

Yo miraba el cielo como quien espera una revelación.
Las nubes brillaban: cuerpos lentos sobre la ciudad.
Una ciudad exhausta, que reflejaba su rostro en el vidrio sucio de los edificios.
El mundo era un solo obstáculo. Una dificultad sin nombre.

Mis amigos partieron sin dejar huella.
Busqué en todas las habitaciones del hospedaje,
cada año, cada invierno,
pero no encontré una sola voz que no fuese mi eco.

Un sol gastado me acompañaba en esta empresa sin sentido.
Un oficio absurdo: rastrear las preguntas que nadie responde.

Afuera, el zumbido de los satélites.
Dioses oxidados, colgando del cielo,
vigilando mis pasos con una calma insoportable.
Me recordaban que los quásares —tan lejanos, tan vivos—
siguen enviando luz aunque hayan muerto hace siglos.

Yo también sigo enviando señales.
Palabras lanzadas al abismo como botellas selladas.
Mensajes hacia el otro lado,
donde tal vez aún existe algo.

Un pez de color flota hacia arriba.
Nada en los ojos prohibidos de la vida.

domingo, 20 de abril de 2025

Chapter 232: Los sueños fallidos




No insistas.
La dureza es un mito.
La carne sabe.
Los gusanos
la recuerdan.





Esto es todo lo que tengo. El peso de una piedra en el pecho atravesando el jardín soñado, lamentando esta amplia sonrisa, que cuelga hasta el piso y continua su trayecto hasta desembocar en un río. Volteo nuevamente sobre el jardín para comenzar la cuenta sobre las piedras esparcidas, cuanta voluntad al momento de soñar sobre las brasas del mundo, sobre su aliento.

Los miedos nos abandonaron hace mucho tiempo, en su lugar el vacío se hizo uno. También pienso en los animales que abandonaron este bosque antes del incendio o los que murieron calcinados en el acto, en pleno movimiento en la noche de desconcierto.

Susurrándole a lo que pueda para poder continuar, tras el paso equivocado, antecedido y embriagado de la certeza luminosa. Los ojos continuaron su camino, adelante, en la montaña, atrás oíamos el chirrido de la carne chamuscada, del retozar de los maderos antes de rendir su materia a la ceniza. Nuestra imaginación fue el reino, a pesar de la existencia de otro mayor, ya asentado en la superficie infinita.




viernes, 18 de abril de 2025

La pobreza de tu palabra



Redención:
Quemar lo que amabas.
El precio de la ceniza.
El precio del nombre.


Venir aquí es jugar a la ruleta rusa pero con todas las balas cargadas. Aún así los veo llegar todas las noches. Si pudiera decir algo por ellos, si pudiera siquiera aproximarme a oír lo que sus dientes rechinan, pero no hay nada que pueda ni deba hacer.
Solo mirar como gira el tambor como gira la noche, verlos girar como astros desconocidos a punto de chocar.

: Chapter 643: El precio de la ceniza


Purificar el sol.
No su luz.
Su locura.
*
Cada mañana.
La misma jaula.
Me veo.
Animal reflejado
en el ojo de otro animal.


Los bosques ocultan a la bestia que llora estrellas amadas por los vencidos.
El hierro me habla desde su partícula más blanda.
Ahí reconozco a un hermano.

Meses de viaje han precedido cualquier intento de hacerme al agua.

Para redimir la ceniza,
preciado vagabundo,
he incendiado los pueblos que amabas.

Te he encontrado junto a su cabello,
rodeado de tus fantasmas,
escupiendo dientes:
puedo ver en ellos los caminos irreconciliables,
la nostalgia en la caída de la coca.

Sanos.
Ilesos.
Los he soñado.

No intentes en vano la dureza.
Te lo digo, hermano:
los gusanos que pudren cualquier fortaleza
prevalecerán ante tu voluntad.

Purificar el sol demente que nos embiste.
Purificar la fantasía que lo rodea.
Purificar el centro de su locura.

Diariamente asisto a verme cada mañana.
Diariamente en los ojos de los animales veloces
de la memoria.

No hay recuerdo que no te muestre
el fondo del lago que dejó de existir.

Chapter 432: El cielo de las claridades



Introducción a la estética del delirio dedicada a M. Duras, nota encontrada en la habitación de Zé, paciente psiquiátrico de los niños eléctricos de Rostov.

***

Mientras esto sucedía, dos aviones desgastaban el cielo, aunque no pudiéramos verlo.

El polvo —reino verdadero de la memoria— convirtió esto en una planicie blanca, donde dos niños se alejaban sin retorno.
¿Recuerdas sus nombres?
Intento reconocer el último sonido, justo cuando la luz lo inundó todo. Pero ya habíamos partido. El humo del ferrocarril era golpeado por el viento.
Ahora pregunto, desde lo alto de este abismo, por el oficio del fuego. Por su obra sobre nosotros.
Ahora viajamos a través del mundo en busca de sus voces, no por la idea real de nuestros cuerpos, sino por la estela que dejaron.
La noche desenmascara la estática de nuestra mente.
Giramos. Engranajes imperfectos golpeándose entre sí.
Imaginamos a Bach, solo, atravesado por visiones submarinas.
Así sobrevivimos. Cerca de un año.
Cerca de una vida macerada en sal.
Nos alejamos de todo acto revolucionario de belleza.
Nadie olvidará aquella escena. 
Ningún ángel que haya sobrevivido podrá conservar la inocencia de nuestra violencia en los ojos.
Dos aviones en el cielo.
Un cielo que lo devora todo.

Estamos perdidos, buscando el camino hacia la infancia: por un bosque, una ciudad, un río o el fondo de un lago. Y contra ese horror —animal o mito— permanecemos entre estos maravillosos males. Aunque todo sea inútil.