miércoles, 6 de agosto de 2025

SAVAT: LA IGNORANCIA DEL MUNDO



EL SUEÑO DEL OCEANO


A veces pienso en la inmortalidad,
la siento, aunque dudo muchas veces,
aunque la vida ya me lo haya comprobado.





La violencia de lo inútil había tomado un lugar en el camino. Las viejas amistades habían sido reducidas hasta extinguirse.
Cartas y letras de cambio, sin sentido.
¿En qué instante permití que todo esto sucediera?

Mis pasos a destiempo habían sido reemplazados por un mecanismo de precisión suiza, una ironía cruel contra todo lo construido, contra todo lo arrasado, contra la idea misma de permanencia.

La realidad detenida en fotogramas intercambiables.
La música debe ser la consecuencia de un orificio secreto en la nuca.
Yo también he soñado ser un animal en proceso de desaparición.
Y he dejado que se agite mi sangre, poseída por el influjo de un astro que miente con una belleza que no se puede evitar.
Me dice que sí existe una promesa sin cerradura.

Ahora mi corazón es la pulsación nostálgica de un cuásar que dicta mensajes ilegibles, flores no descubiertas, aleaciones no fatigadas por la duración de los metales.

¿Paranoia?
No, cariño, te equivocas.
El mundo no es un carrusel de luces y criaturas girando en un recuerdo estancado.
Recuerda que los espejismos alimentan estas ganas de arder, del mismo modo en que el deseo tiende una cuerda que a la vez es un puente.
Tómalo si quieres.
Al fin y al cabo, este espectáculo de lámparas chinas termina.

Las historias de amor se parecen a los tráilers de terror,
sobre todo en el instante en que nadie sobrevive.
Cuando muere toda la multitud que hay en mí y queda ileso el más estúpido.
Ahora te observo con el asombro de quien contempla un anime japonés e intenta descifrar su lenguaje sin éxito, pero queda atrapado por la belleza de las secuencias.

Ahora puedo decirte que te recuerdo con la fascinación de un niño ante su primer incendio, y su obstinación por fundirse con esa criatura ardiente.

Hoy no tengo palabras.
Pero puedo hablarte sobre las historias de amor,
en especial de sus fracasos.

Ayer pensé en la fragilidad de nuestra cocina,
cuando cayeron un jarrón y un cuchillo de hierro.
Fue inmediato pensar en salvar su delicada estructura de porcelana china.
El orden natural de las cosas obliga a proteger lo frágil;
los más duros estamos condenados a quebrarnos.

Digo esto sin aire heroico ni impulso paternal.
La casa está vacía ahora,
aunque nunca tuvimos una.

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