martes, 4 de febrero de 2025

Hay que imaginarse a Sísifo feliz


El mito sustituye a la historia porque ésta ya no existe para los indios, que fueron expulsados de ella por la fuerza de las armas y cuyo padecimiento físico y moral podría resumirse en una palabra: Humillación (Lassus, 1989, 122)





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Un dragón asciende por mi cabeza. Es rojo, largo, lleno de colmillos y lianas. Su aliento quema mis párpados.
El miedo lo abstrae, lo alimenta, lo lleva de un lado a otro como un niño endemoniado.

Dijimos: pronto los viajes cesarán. Pero los caballos siguen corriendo bajo la tierra, las alas siguen batiéndose en la leche nocturna.

Cuando el mundo era reciente, nos enterrábamos hasta la cintura en la arena y veíamos los animales calcinados. Los relámpagos abrían su pecho. La aurora encendía sus espinas. Nos cubrían de oro, de óxido, de un resplandor venenoso.

Me llamo O.
Todo lo que ves no me pertenece.
El derrumbe acecha dentro de cada flor.

¿Cuál es el camino que recorres enloquecido, persiguiendo un perfume extinto?

El dragón desgarra mi espalda, avanza vértebra por vértebra,
me atraviesa como una flecha incendiaria.

Cuando cierro los ojos, me vuelvo un hilo de luz que atrapa el vacío en fragmentos.

W dice que flota sobre un infierno de flores.
No sé si lo notaste,
pero el espanto también tiene pétalos.
Púrpura, lila, descomposición.

Mi mandíbula giró 360° al amanecer.
Y vi.

Recuerdo recordar tu nombre,
cada vibración que detenía el vértigo,
el hilo dorado de saliva que unía tu lengua a la mía,
la idea de tu carne brillando en la penumbra.

¿También buscas tesoros en las sombras,
donde los ojos se hunden y olvidan lo cierto?

Esta procesión de sentidos atrofiados mece los juncos.
Allí, en la infancia, dormida y llena de insectos.

M,
la fortaleza que buscas está enredada en los cabellos
de una mujer que es mil mujeres de humo.
Sus bocas narran,
sus bocas muerden.

También secuestraron el mar que otros soñaron,
antes de que se estrellara contra las piedras.

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