Las heridas pueden crear monstrous
Y usted tiene heridas profundas
Él habló de la maestría de sus manos, como si esculpiera un secreto en el aire, pero no quiero articular ni palabras ni días. Hoy, a la fuerza, el sueño ha dejado escapar la mañana.
Disculpa, todo esto comenzó sin pedir permiso, mientras yo giraba allá afuera, desnudo y furioso, en el eco de plazas coloniales. Vinieron los policías, con sus delirios y alucinaciones, arremetieron contra mi, aunque no pudieran tocarme.
Te dije: “Nueva York” como si fuera un campo de flores. Nueva York, cargada de ángeles eléctricos y susurros en speed.
Entré siendo casi un espectro a la fábrica donde nacían los pianos. Recuerdo una rama podrida y una nota suspendida en el aire. Era pequeño, tan pequeño, cuando extraje el primer sonido perfecto. Luego, la infancia se disolvió y, con ella, el último hilo de perfección.
Todo sueño es un anzuelo:
"San Adriel desenvainando la espada" grabado en el muro de la catedral.
¿Sabes? La historia conserva con precisión cada uno de nuestros fracasos.
—Embriaga el lienzo, ponlo a punto, para que el pigmento se aferre—.
¿Cuál es el color escondido en tu piel, Adriel?
Cada invierno, los ojos de Dios viajan a París, vagan entre burdeles y cielos apagados mientras las calles blancas arden en su calma.
Si mañana una mujer de sombra presionara tu ombligo y te robara el aire, quizás serías uno de esos ojos que espían la vida, como una blasfemia. Adriel, te veo exhausto de esa imagen de santo con la espada eternamente erguida.
Disculpa, todo esto comenzó sin pedir permiso, mientras yo giraba allá afuera, desnudo y furioso, en el eco de plazas coloniales. Vinieron los policías, con sus delirios y alucinaciones, arremetieron contra mi, aunque no pudieran tocarme.
Te dije: “Nueva York” como si fuera un campo de flores. Nueva York, cargada de ángeles eléctricos y susurros en speed.
Entré siendo casi un espectro a la fábrica donde nacían los pianos. Recuerdo una rama podrida y una nota suspendida en el aire. Era pequeño, tan pequeño, cuando extraje el primer sonido perfecto. Luego, la infancia se disolvió y, con ella, el último hilo de perfección.
Todo sueño es un anzuelo:
"San Adriel desenvainando la espada" grabado en el muro de la catedral.
¿Sabes? La historia conserva con precisión cada uno de nuestros fracasos.
—Embriaga el lienzo, ponlo a punto, para que el pigmento se aferre—.
¿Cuál es el color escondido en tu piel, Adriel?
Cada invierno, los ojos de Dios viajan a París, vagan entre burdeles y cielos apagados mientras las calles blancas arden en su calma.
Si mañana una mujer de sombra presionara tu ombligo y te robara el aire, quizás serías uno de esos ojos que espían la vida, como una blasfemia. Adriel, te veo exhausto de esa imagen de santo con la espada eternamente erguida.