CARTA DE "LA DIVINA FAMILIA" A POLANSKI
Domingo 30 de noviembre de 1969.
Yo lo imaginé en algún incendio.
Un himno que tarareamos cuando el cielo empieza a caer:
Tengo cicatrices donde debería tener medallas,
porque nuestro no era el reino sino el exilio.
Era mi sueño más nítido, quizás la premonición de un futuro ya distante. Ahora otros son los miedos, otros los colores de la infancia.
¿Qué es una casa?
Me pregunto cuando miro mi cuerpo saliendo del mito de la felicidad.
Ahora que el vapor de la manzanilla y la valeriana han desaparecido la mesa familiar.
ÚLTIMO ACTO O CAÍDA
Si reproduces la vida te perderás entre tus propios jardines. Exactamente en el polo opuesto se blanden espadas sin razones. ¿Acaso no hay nada más hermoso? Un eco mítico recorre la ciudad —los animales hablan— los escucho sin miramientos, los escucho porque sus ojos arrastran alguna muerte, los escucho porque sus hocicos enormes engullen mi cabeza, los escucho porque arrancaron mis orejas cuando era niño y volaba entre sus dentaduras, finísimo, un hilo de oro sustraído al sueño, los escucho porque las espadas son rápidas y mi corazón un señuelo, porque lo hermoso avanza como una maquinaria que cercena las cabelleras de quienes corren absorbidos por el juego en infancias sin retorno. La brisa del Pacífico agita banderas invisibles en un solo ojo que retiene una tormenta. Yoshio Sano no solo es director cinematográfico, también es un asesino; ama el diálogo de los animales cuando se encuentran perdidos en la noche.