miércoles, 4 de junio de 2025

Manual para nihilistas

Hablé con dios, fue una epifanía, 
sobre todo cuando dejé el teléfono descolgado.
Oh niña yo también pienso que nada de esto debe ser cierto.


Día 2

Oh, sí, me siento acompañado. La música no ha dejado de sonar.
Vamos por la madrugada. ¿Sabes? Esta escena debería empezar con el primer plano del Oso Judío y su bate de béisbol. El gran sargento Donny Donowitz, abriendo las mentes más cerradas al universo con cada golpe, como un chamán del asfalto.
Esto debí escribirlo hace mucho, muchacho, pero he recaído otra vez, como un perro bajo la lluvia.
Ayer pensabas seriamente en dar con esa chica en el metro de San Petersburgo mientras te abrías paso —pese a la oposición del mundo— como si todo ardiera menos tus ganas.
¿De verdad pensaron que sus sueños eran importantes en una ciudad como esta?
Caí entre la muchedumbre como un gran héroe, caí como si fuera Iggy Pop lanzándose desde el escenario al vacío, sin manos abajo, sin red, solo el ruido y la fe.
El insomnio ha vuelto y con él, tus precariedades indispensables. El día aún no hace arder este mundo, no lo suficiente para que desaparezcan. ¿Te gustan las cenizas?
He pensado mil veces que el sol es blando con demasiadas personas, pero aparece el gran Oso Judío, el sargento Donny, y su habilidad de arremolinar el aire como si fuera lenguaje secreto.
También la luz tiene sus propios caminos sin salida. Y es cierto: le temo más a la certeza que proclama.
No puedo confiar en algo que no pueda mirar directamente a los ojos.

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